Cuando
voy en el metro siempre me entretengo mirando a la gente. Ahora que me subí con
el propósito de hacer esta tarea lo primero que noté fue la dificultad para no
establecer contacto visual. Después de un rato se volvió mucho más fácil
establecer este mirar sin mirar.
Cuando
una persona que acostumbra ir en metro entra a un vagón lo primero que hace es
hacer un rápido chequeo para ver si hay dónde sentarse y hacer un
reconocimiento del lugar; en nuestra mente identificamos en menos de cinco segundos
la situación, cosas como: una viejita, un vendedor, dos niños, una chica
demasiado pintada y tres hombres. Es imposible no ver a la gente, aunque sea
por un segundo; están todos tan cerca que es inevitable.
Al
estar yo consciente de que debía evitar las otras miradas pude profundizar en
uno de los aspectos más interesantes de las miradas entre extraños: dice mucho
el tiempo que la gente aguanta manteniendo la mirada.
Durante
un rato, tuve frente a mi a unos novios, se sostenían la mirada por períodos de
más o menos cinco segundos y entonces tenían que voltear rápidamente a algún
otro sitio para descansar la mirada. Me di cuenta que mientras más vieja era la
gente, menos tiempo podían mantener la mirada. Como factor común, las mujeres
mayores escogían algún puntos en la parte superior y pasaban la mayor parte del
tiempo viéndolos. Cuando sentían la mirada volteaban durante una pequeñísima
fracción de segundo; ni siquiera se tomaban el tiempo para mirar que tipo de
persona las estaba viendo, a lo mucho si era mujer u hombre, joven o viejo. Los
niños, en cambio, tenían una mirada activa y cuando se decidían a mirar algo o
a alguien podían hacerlo durante largo rato hasta que se aburrían. Al ser niños
no tenían ningún pensamiento sobre lo que estaría pensando la otra persona y no
escondían su curiosidad.
También
comprobé lo peligrosa que puede ser una mirada. Algunos señores, sin
escrúpulos, se me quedaban viendo durante largos ratos. Cuando cruzaba la
mirada, seguían viéndome, con desafío. Imagino que en esta situación, habrá
mujeres, muy pocas, pero las habrá, que sigan el juego y eso traerá
consecuencias. Este es un ejemplo del
poder de la mirada. Hay muchos tipos de relaciones que se establecen a partir
de la mirada. Se hacen acuerdos mudos.
Dinámicas
enteras entre personas se pueden basar solamente en este factor, no sólo en
relaciones efímeras como las que se generan en un viaje de metro sino con
muchas personas en nuestra rutina con las que no necesariamente queremos
establecer una conversación pero a quienes no podemos ignorar pues sería más
incómodo. Son miradas de reconocimiento….esto me pasa con mis vecinos.
Sé
que este era un ejercicio de cómo se mira la gente, no obstante, el sitio que
escogí se prestaba para lo contrario; como la gente se evita la mirada. Esto
creo dice mucho más incluso. Me parece una forma mucho más interesante de
mirada.
Otra
de las razones por las que decidí a hacer este ejercicio en el metro fue por
que es uno de los sitios donde casi no se usan las palabras para comunicarse. Normalmente
uno puede hacer todo su recorrido mudo por excepto la amable frase: ¿Va a
bajar?, que es más bien un eufemismo para decirle “quítate” a la gente que nos
estorba la salida del vagón. Cuando alguien, raramente, quiere ceder el
asiento, establece un fuerte contacto visual con la persona a la que se quiere
ceder el lugar como indicándole, sí es a ti; esta es una mirada segura, ¿Gusta
sentarse?
Otro
momento curioso es cuando pasa algún vendedor, sobre todo aquellos que te ponen
objetos en el regazo. La gente automáticamente baja la mirada pues, ellos al
estar tan acostumbrados a que se les niegue el contacto visual, sobre
reaccionan a la más mínima mirada y, sin lugar a dudas, se encontrarán con un
molesto dulce sobre las piernas. Por el contrario, cuando la gente ha detectado
que se trata de un ciego muchas veces le miran al punto que parece grosero,
otro tanto de personas retira pronto la mirada pues temen que los demás les
juzguen de morbosos.
Una
vez me tocó ver a una señora que lloraba desconsoladamente y gritaba. Iba con
su marido y al parecer se les había perdido su hijo. El vagón se silenció
completamente; los que estaban cerca de ella miraban al suelo o a las ventanas.
Nadie se miraba entre sí. Los que estaban lo suficientemente lejos, en cambio,
alzaban la cabeza para ver quién lloraba y murmuraban. Pero nadie quiso
establecer contacto alguno con ella.
No
creo que la gente sea encasillable por cómo miran, la mirada de cada quien
tiene sus propios significados. Lo que sí es que se puede saber mucho de las
personalidades a partir de sus reacciones en ciertas situaciones como estando
en el metro: no queriendo ser percibido, esa incomodidad de querer evitar la
interacción y no poder lograrlo del todo debido a la proximidad física.
No comments:
Post a Comment