Monday, March 5, 2012

No-mirando

Cuando voy en el metro siempre me entretengo mirando a la gente. Ahora que me subí con el propósito de hacer esta tarea lo primero que noté fue la dificultad para no establecer contacto visual. Después de un rato se volvió mucho más fácil establecer este mirar sin mirar.

Cuando una persona que acostumbra ir en metro entra a un vagón lo primero que hace es hacer un rápido chequeo para ver si hay dónde sentarse y hacer un reconocimiento del lugar; en nuestra mente identificamos en menos de cinco segundos la situación, cosas como: una viejita, un vendedor, dos niños, una chica demasiado pintada y tres hombres. Es imposible no ver a la gente, aunque sea por un segundo; están todos tan cerca que es inevitable.

Al estar yo consciente de que debía evitar las otras miradas pude profundizar en uno de los aspectos más interesantes de las miradas entre extraños: dice mucho el tiempo que la gente aguanta manteniendo la mirada.

Durante un rato, tuve frente a mi a unos novios, se sostenían la mirada por períodos de más o menos cinco segundos y entonces tenían que voltear rápidamente a algún otro sitio para descansar la mirada. Me di cuenta que mientras más vieja era la gente, menos tiempo podían mantener la mirada. Como factor común, las mujeres mayores escogían algún puntos en la parte superior y pasaban la mayor parte del tiempo viéndolos. Cuando sentían la mirada volteaban durante una pequeñísima fracción de segundo; ni siquiera se tomaban el tiempo para mirar que tipo de persona las estaba viendo, a lo mucho si era mujer u hombre, joven o viejo. Los niños, en cambio, tenían una mirada activa y cuando se decidían a mirar algo o a alguien podían hacerlo durante largo rato hasta que se aburrían. Al ser niños no tenían ningún pensamiento sobre lo que estaría pensando la otra persona y no escondían su curiosidad.

También comprobé lo peligrosa que puede ser una mirada. Algunos señores, sin escrúpulos, se me quedaban viendo durante largos ratos. Cuando cruzaba la mirada, seguían viéndome, con desafío. Imagino que en esta situación, habrá mujeres, muy pocas, pero las habrá, que sigan el juego y eso traerá consecuencias.  Este es un ejemplo del poder de la mirada. Hay muchos tipos de relaciones que se establecen a partir de la mirada. Se hacen acuerdos mudos.

Dinámicas enteras entre personas se pueden basar solamente en este factor, no sólo en relaciones efímeras como las que se generan en un viaje de metro sino con muchas personas en nuestra rutina con las que no necesariamente queremos establecer una conversación pero a quienes no podemos ignorar pues sería más incómodo. Son miradas de reconocimiento….esto me pasa con mis vecinos.

Sé que este era un ejercicio de cómo se mira la gente, no obstante, el sitio que escogí se prestaba para lo contrario; como la gente se evita la mirada. Esto creo dice mucho más incluso. Me parece una forma mucho más interesante de mirada.

Otra de las razones por las que decidí a hacer este ejercicio en el metro fue por que es uno de los sitios donde casi no se usan las palabras para comunicarse. Normalmente uno puede hacer todo su recorrido mudo por excepto la amable frase: ¿Va a bajar?, que es más bien un eufemismo para decirle “quítate” a la gente que nos estorba la salida del vagón. Cuando alguien, raramente, quiere ceder el asiento, establece un fuerte contacto visual con la persona a la que se quiere ceder el lugar como indicándole, sí es a ti; esta es una mirada segura, ¿Gusta sentarse?

Otro momento curioso es cuando pasa algún vendedor, sobre todo aquellos que te ponen objetos en el regazo. La gente automáticamente baja la mirada pues, ellos al estar tan acostumbrados a que se les niegue el contacto visual, sobre reaccionan a la más mínima mirada y, sin lugar a dudas, se encontrarán con un molesto dulce sobre las piernas. Por el contrario, cuando la gente ha detectado que se trata de un ciego muchas veces le miran al punto que parece grosero, otro tanto de personas retira pronto la mirada pues temen que los demás les juzguen de morbosos.

Una vez me tocó ver a una señora que lloraba desconsoladamente y gritaba. Iba con su marido y al parecer se les había perdido su hijo. El vagón se silenció completamente; los que estaban cerca de ella miraban al suelo o a las ventanas. Nadie se miraba entre sí. Los que estaban lo suficientemente lejos, en cambio, alzaban la cabeza para ver quién lloraba y murmuraban. Pero nadie quiso establecer contacto alguno con ella.


No creo que la gente sea encasillable por cómo miran, la mirada de cada quien tiene sus propios significados. Lo que sí es que se puede saber mucho de las personalidades a partir de sus reacciones en ciertas situaciones como estando en el metro: no queriendo ser percibido, esa incomodidad de querer evitar la interacción y no poder lograrlo del todo debido a la proximidad física.

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